11 abr. 2007

Carta de María León

Queridas y Queridos camaradas:

No tengo mucha práctica de escribir, acostumbro conversar con mi familia, con mi pueblo, con mis camaradas. Sin embargo, en este crucial momento de nuestra historia patria, deseo entregarles mis opiniones sobre algunos de los temas en debate.

El instrumento político de la revolución venezolana:
En relación a la organización hace mucho tiempo he observado que la actual estructura de los partidos políticos está agotada, incluida la estructura de los partidos comunistas. Es demasiado evidente para no verlo, los grupos sociales que constituyen los partidos de hoy con sus conocimientos, experiencias, recursos y posibilidad de interacción, no caben dentro de las formas organizativas que se crearon en el siglo XIX y comienzos del siglo XX. Mientras sigamos encerrando todo ese inmenso contenido en esas formas estrechas y envejecidas, inevitablemente se seguirán rompiendo. El fenómeno de la división seguirá disgregando las organizaciones partidistas que formemos hasta que encuentren las formas organizativas que correspondan al progreso, al conocimiento y a la actual lucha de clases que es muy diferente por cierto a la lucha de clases del siglo XIX y comienzos del siglo XX.

El Leninismo:
En el día de hoy no se puede pensar en la transformación revolucionaria de la sociedad sin que nos guíe el pensamiento leninista, ni la influencia de la colosal tarea histórica realizada por los pueblos, los partidos comunistas y el movimiento obrero, a partir de la revolución Rusa de 1917. Pensar hoy el antiimperialismo, sin Vladimir Ilich Lenin, es como pensar la patria venezolana sin el pensamiento de Simón Bolívar. Sin embargo, cuando hablamos del poder moral que nos propuso el Libertador seguramente nos inspiramos en la esencia de su propuesta, y no en las formas organizativas que el Libertador diseñó en el Congreso de Angostura para el poder moral en su tiempo. Comparo este planteamiento con la defensa del leninismo. Ser leninista desde mi punto de vista no es copiar o repetir lo que Lenin construyó, sino seguir su ejemplo analizando, estudiando, las formas organizativas que nos permitan vencer al enemigo de clase aquí y ahora, en el momento y en las circunstancias en que la vida nos exige librar esta batalla.

Reconozco mis limitaciones en cuanto a conocimientos políticos, pero de lo que sé, de lo que he visto y oído, no hay pueblo en el pasado ni en el presente que haya derrotado a su enemigo sin lograr aglutinar todas sus fuerzas alrededor de su líder o lidereza, su proyecto, y su partido. Lenin enseña que los partidos como las personas se han de juzgar no por lo que ellos dicen de sí mismos, ni por lo que de ellos dicen los demás, sino por sus acciones.

También aprendimos del pensamiento leninista, que lo que convence en una discusión política no son los argumentos de unos y otros, prácticamente para todo hay argumentación. Lo que permite la claridad en un enconado debate es a quién beneficia una decisión u otra. Preguntamos entonces: ¿Quién se favorece en una huelga donde los trabajadores huelguistas se dividen? Sin duda alguna el patrón. ¿Quién se favorece cuando la clase trabajadora se divide en la lucha política contra el capital? Sin duda alguna el capitalista. ¿Quién se favorece cuando se dividen las fuerzas antiimperialistas en nuestro continente y en nuestro país? No queda duda que el imperialismo norteamericano. Por estas y otras razones ante el llamamiento de nuestro líder Presidente Hugo Chávez, para construir el instrumento político de la revolución, hay una sola posición justa: Comandante en jefe ordene. Patria, Socialismo, o muerte. ¡Venceremos!

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