20 oct. 2007

REFLEXIONES DE LOS AÑOS SESENTA

Por María León

Venimos de esa década donde un sátrapa ordenó disparar primero y averiguar después y las balas destruyeron las vidas de Livia Gouverner, de Lídice Álvarez, de los hermanos Alberto y Ramón Pasquier, de Héctor Rodríguez Armas y de miles de venezolanos y venezolanas.

En esa época, a pesar de las derrotas, de las muertes y del sufrimiento, se sucedieron hechos trascendentales que fortalecieron nuestra esperanza en un mundo mejor. Uno de esos grandes acontecimientos fue la victoria vietnamita, cuando el genio militar del General Nuyen Giap, al lado de su pueblo organizado por el Partido de los Trabajadores del Vietnam hizo morder el polvo de la derrota al coloso norteamericano o cuando leíamos a Mao Se Thung afirmar desafiante “el imperialismo norteamericano y todos los imperialismos son tigres de papel”. Con asombro recordamos que el presidente soviético de entonces contestó: “es un tigre de papel pero con dientes atómicos”, semejante respuesta confirma una vez más que quien no espera vencer ya está vencido.

El imperio no necesitó bombas atómicas, ni disparar una sola bala para derrotar la revolución socialista de la Unión Soviética. Una construcción inconmensurable de setenta años de abnegación y sacrificio que influenció toda la transformación económica, social y cultural del siglo XX e inspiró las revoluciones antiimperialistas y de liberación nacional que se sucedieron en ese dilatado tiempo, tiempo histórico.

Quienes alimentamos nuestros sueños de justicia en el ejemplo de la Unión Soviética, estamos seguras y seguros de que en esos pueblos heroicos y en esas tierras de leyenda, brillará el socialismo del siglo XXI.

Hace tiempo he querido compartir con mis camaradas algunas de mis reflexiones sobre esa época.

En las décadas de los cuarenta y los cincuenta del siglo XX, sobre todo después que el imperialismo estadounidense destruyó con bombas el gobierno progresista de Jacobo Arbenz en Guatemala, algunos sectores políticos mantenían una posición derrotista parecida a la del tigre de papel con dientes atómicos, ésta tesis se llamaba “el fatalismo geográfico”. La esencia de ese planteamiento consistía en demostrar que en la América Latina era imposible desarrollar la revolución socialista porque Estados Unidos nos consideraba su patio trasero y por lo tanto con su poderío bélico no lo permitiría. Pero he aquí que el camarada Fidel Castro y sus barbudos tomaron la Sierra Maestra y a noventa millas del supuesto amo desarrollaron la primera revolución socialista de nuestra América.

La tesis del fatalismo geográfico se fue al basurero, sin embargo sus teóricos los social demócratas latinoamericanos como Betancourt en Venezuela y Figueres en Costa Rica quedaron desmentidos y desenmascarados ante los pueblos. La reacción de ellos ante la Revolución Cubana y su líder el camarada Fidel Castro fue de odio, no le perdonaron nunca haber demostrado en los hechos que la tesis del fatalismo geográfico no era otra cosa que cobardía y entreguismo ante el imperio.
He recordado esos hechos históricos de los años sesenta porque tienen similitud con lo que está ocurriendo hoy en nuestra patria, en efecto, después de la derrota de nuestros frentes guerrilleros, en Venezuela el asesinato del presidente Salvador Allende en Chile, de la derrota de Daniel Ortega en Nicaragua, de otros retrocesos en los procesos revolucionarios de América Latina y el Caribe pero sobre todo después de la terrible caída del socialismo en Europa surgió la tesis del neoliberalismo como rostro moderno del capitalismo que ahora se presentaba invencible. Aquí en Venezuela podemos simbolizar ésta posición con aquella célebre frase “estamos mal pero vamos bien” pronunciada por uno de los teóricos de la llamada izquierda venezolana.

Pero he aquí que en 1998 triunfa en las elecciones Hugo Chávez derrotando a todos los candidatos neoliberales y luego en la alborada del nuevo milenio junto al pueblo revolucionario de nuestro país, empieza a construir el socialismo del siglo XXI. Se repitió la historia, los ex líderes de la izquierda venezolana como Petkof y Márquez (y los nombro a ellos, porque fueron los más respetados por la generación del 58) han exhibido un explicable odio hacía el Presidente Chávez quien con su proyecto, su liderazgo y sus ejecutorias les ha demostrado que sus conciliaciones y su abandono de las posiciones revolucionarias y comunistas no han sido otra cosa que ponerse de rodillas frente al enemigo histórico de nuestro pueblo, que es el imperialismo norteamericano. Como ayer los Betancourt y Figueres odiaron a Fidel Castro, hoy los Petkof y Márquez odian a Hugo Chávez. No me queda otra cosa que solicitarles a estos ciudadanos y a los que como ellos actúan, que reconozcan su miopía porque todavía tienen tiempo para rectificar.