11 abr. 2008

PALABRAS DE MARIA LEON EN OCASIÓN DE RECIBIR EL TÍTULO DE PROFESORA HONORIS CAUSA

Dedico estas palabras:
A mi padre el Coronel Francisco Antonio León, quien alcanzó el grado de Coronel defendiendo nuestra patria del invasor extranjero en 1902.
A mi madre Celestina Gibory quien en el 1926 fundó la primera escuela de San Salvador poblado de Tucupita en el Estado Delta Amacuro.
A mis hermanos, a mi hijo y mis hijas, a mis nietas y nietos, a mis bisnietos y bisnietas y con ellos y ellas a todas y todos los hijos y las hijas de la patria.
A todas las mujeres y todos los hombres revolucionarios de nuestro país.
Al Instituto Universitario Pedagógico Monseñor Rafael Arias Blanco desde ahora mi instituto por su generosidad al otorgarme un título de profesora Honoris Causa.
Y muy especialmente a nuestro comandante el Presidente Hugo Chávez porque conocer a una obrera Ministra y Profesora me ha sido posible en un proceso de transformación social profundamente humano y popular como es la Revolución Bolivariana que nuestro pueblo construye y el Comandante dirige con su infinito amor.

Quiero agradecer a la Divina Providencia que hizo realidad mis sueños infantiles; que consistían en tener un hogar y muchos hijos e hijas, sueño colmado por la hermosa familia que hemos constituido, tanto que en breves días nacerá mi octava bisnieta convirtiéndome en una madre, abuela, y bisabuela cada día más feliz.

Doy también gracias a la vida por estar vistiendo ante uds. este atuendo profesoral que tal vez quise tener algún día “como el niño pobre ante el juguete caro” pero que hasta este momento lo creí siempre inalcanzable.
Tal vez ocurrió en mi caso como sucede con la mayoría de las madres pobres que cuando vi a mi primera hija obtener el titulo de ingeniera, mis propósitos juveniles de ser y de saber, se vieron realizados en ella.

Debo confesarles que alcanzados esos anhelos de familia, de amor y de saberes, apareció en mi alma una nueva ambición, empecé a luchar por mejorar mi barrio, a construir junto a mi comunidad la escuela, la iglesia, la cooperativa y en la medida que pedía a Dios fuerzas para luchar y me las concedía, la ambición iba creciendo y deseaba entonces, que nuestra acción abarcara a todas y todos quienes vivimos en este pedazo del planeta que hoy se llama la República Bolivariana de Venezuela.
Ahora en estos años recientes cuando veo que en nuestra patria se repite el milagro de Jesús el salvador y los ciegos recobran la vista con la Misión Milagro, o se multiplican los panes que lo entendemos como la siembra del petróleo, en escuelas, hospitales, liceos y universidades, cuando veo a Nohelí Pocaterra en la Asamblea Nacional, representando a los pueblos originarios, a Nicia Maldonado en su Ministerio Indígena y a María León, la obrera, con un título de profesora, me repito, la justicia se está abriendo paso en nuestra tierra, en toda nuestra tierra, desde el sur donde los suelos son bañados por nuestro imponente río Orinoco hasta aquí en el Valle de los Caracas, que se enorgullece de su majestuoso Guaraira Repano.

Pienso que de verdad estamos haciendo florecer la patria de Bolívar como cantan nuestras compatriotas, en las inmensas concentraciones que con tanta frecuencia realizamos.

Amigas y amigos, estoy convencida como venezolana, que nuestra capacidad de amar es infinita, ahora no nos basta que los sueños de justicia se estén realizando en Venezuela. Nos desvela la suerte de los bolivianos y las bolivianas, como nos desvela la fiebre de nuestros hijos e hijas cuando enferman. Nos moviliza como propia, la suerte de los y las secuestradas en Colombia, nos indignan todas las injusticias en cualquier país del mundo y la agresión hacia cualquier pueblo nos rebela.

Aun cuando todos los días agradecemos las bendiciones divinas, compartimos con el canto de Alí Primera, “que para aliviar los dolores del mundo no bastan los rezos”. Pensamos que cada una y cada uno de nosotros y nosotras debe servir a Dios de instrumento para que la paz regrese al pueblo de Irak y a todos los pueblos victimas de la guerra desatada por el imperio contra ellos.
Querido Padre Carlos Boully, estimados compatriotas del equipo que lo acompaña, comunidad del Instituto Universitario Monseñor Arias Blanco, ustedes me están otorgando el privilegio de enseñar y puedo garantizarles que cumpliré esa misión. Por lo que me quede de existencia me esforzaré en aprender y enseñar que como ciudadanas y ciudadanos de un país privilegiado, necesitamos cuidar a nuestras familias, democratizándolas, de modo que en todas ellas este ausente la violencia. Pero diré también que esa acción no basta, ni siquiera es suficiente luchar por nuestra propia comunidad y por nuestro país, es necesario cuidar la obra de Dios que es todo el género humano.
Aprender y enseñar que todas las especies deben ser protegidas, que las flores necesitan seguir regalando su color y su aroma a esta hechura divina que somos la mujer y el hombre del planeta. Seguiré aprendiendo y enseñando que todas y todos somos hermanos y hermanas.
Y como hijos e hijas de Latinoamérica, tenemos el destino de seguir abriendo paso a la justicia hasta que alcance con su luz a todo el planeta, concluyo estas palabras con un verso del inmortal poeta nicaragüense Rubén Darío.

EL PORVENIR
(FRAGMENTO)

El Ángel del Señor su clarín de oro
Sopló a los cuatro vientos;
Rodó el eco sonoro
del orbe a conmover los fundamentos.

Y el Señor se veía
Más radiante que el sol de mediodía.
Alzó su sacra mano,
Y resonó su acento soberano.

Dijo: ¡bendita sea!
Y ungió al género humano
Con el óleo divino de su idea.
En fiesta universal estremecida
La creación de gozo adormecida
Del porvenir sentía el beso blando;
Y por la inmensa bóveda rodando
Se oyó un eco profundo:“¡América es el porvenir del Mundo!”